LIBROS

Poetas y narradores de Iberoamérica

Poesías
Selección de Marta de París
Editorial: George Zanum Editores
2008
ISBN 978-987-24321-0-2

POEMAS

Ellos…
aprovechan el granizo que hoy furioso está baleando
el techo de sus casas de chapa,
para inventar nuevos juegos que no están en Internet
ni se ven mirando.

Ellos…
juegan a comer y comen nada helada, saboreando
el granizo que cubre la vereda.

Ellos…
juegan a que Dios
anda haciendo pochoclo o caramelos blancos
y que la película gratuitamente, empieza.

Como creen que alguien filma desde arriba, ellos…
sonríen en su juego y miran, a los actores que se quejan
de sus autos caros y abollados…(de tanto protagonismo,
de tanta ironía, de tanta abolladura interna.)

Porque cese el granizo, la película de su vida no termina.

Ellos… los chicos de la calle, memorizan, sin libreto
e involuntariamente, del hambre,  los balidos…
del frío, el helado de telgopor y  cinismo.

Lamentablemente, escribo…
¿escribo porque veo, o porque miro?

Con la bolsita de pegamento
los chicos de la calle pegan a sus naricitas
los sueños que no se aspiran.
Sus manos pequeñas se juntan en posición de rezo
pero no rezan…sólo intentan  con ellas despertar al alma
para que juntas dirijan la danza de las tripas.
Mientras la razón saca pasaje lejos… lejos,
los ojitos  de esos chicos, como estrellas ebrias,
dejan de parpadear conciencia.
¿Habrá alguien, allá arriba o aquí cerca,
que aspire a soñar con despegar
lo que la Gotitade la indiferencia pega diariamente
a la mollera  abierta de esta sociedad?
Esas manos pequeñas que no rezan,
cansadas están de sostener los sueños que no se aspiran.
Pero la bolsita de pegamento sigue juntándolas fuerte
y no pueden separarse y despertar
bajo una lluvia de estrellas convertidas
en calor y pan.
¿Habrá alguien allí arriba o aquí cerca
que pueda cambiar esta realidad de las naricitas inocentes
que no aspiran a más?

De las altas montañas,
los ojos recorrían los ondulados picos.

Los ojos bordaban…  suspiros, palabras.
Y mi mente iba
y venía,
enhebrando el frágil y húmedo hilo
de interrogantes y ecos
de silencio y nieve.
.
De pronto,
detuve la puntada y mis ojos vieron
en cada pico, delineados,
¡los restos salinos de algún ruego…!

Huellas de diminuto cristal lluvia
charolando el empedrado de la calle del ánimo.
Adoquines brillantes y etiquetados de luna,
como musas en botella, me saludan erguidos,
descorchando sueños,  sueños encerrados en burbujas.
Y bebo… bebo un poco de cada botella de charol y luna
y liquido en cada sorbo, mi último arco iris.
Dentro del doble arco de los ojos ya no quedan huellas.
Ya no quedan huellas de mi iris, ni arcos de sonrisas.
He bebido tanta lluvia que, la poesía, ebria de mi misma,
se ha quedado dormida… sin mi canto.
Y esta noche, ¡yo quisiera irme de esta calle líquida,
cantando como el cisne..!
Sólo resta una botella blanca de licor de luna negra…
Siendo la última, decido beberla, pero…
me bebe ella y a ella se la beben
mis sueños con anteojos negros…Amanezco..
La poesía despierta macerada de soles
y bostezo y tartamudeo este poema
y me siento líquida y  liquido mi voz…
Un licor azul noche, al fin… me embriaga
y me derramo, en cada sueño ciego.

Tengo la urgencia
de ahuecar las piernas de mi mano caminante,
pujar azules y parir la palabra que ilumine la ceguera
de la esencia humana.
Estoy jadeando tinieblas y nubes
tras la rejas de los ojos de  la piel.
Estoy sangrando…
Sangro
porque en este parto de razones y almas
mi palabra nacida es muda,
no camina ni conjuga del Verbo los plurales,
y es ciega…sólo mira.
Sangro…
porque el obstetra de mis soleadas lunas,
la bautizó llamándola, Indiferencia
sin anestesia, sin culpas.
Sangro
porque la metáfora partera me dejó aquí sola,
pujando sobre el blanco, sin azules…
Cada pujo, un silencio, cada silencio, un rojo fantasma
de palabras sangrientas
enturbiando el aire, asfixiando realidades…
Bastones blancos y nevados
se toman de mi mano parturienta y nula
derriten mi sangre, congelan el parto.
Y yo… ¡yo parto hacia la búsqueda!

La m de mamá se halla
en la primera sílaba de la palabra ham-bre.
Y suena,  como comer y pedir pan.  ¡Probá!
El niño aprende a decir madre y madre, equivale a comida.
Pero esa mamá tiene dos hambres:
el hambre de su niño más su hambre.
El niño ha nacido de un vientre con hambre
y el niño y la madre deletrean juntos la primera sílaba
y sienten cosquillas que no causan risa!
Sienten cosquillas en la panza y se imaginan
un ejército de desocupadas hormigas
en su micromundo de laberínticas costillas,
sin cargas de miguitas, sin salida.
La “m” de mamá se halla
en la m de mendigo,
en la m de miseria. y en la m de… ¡mío!
Enseñamos a nuestros niños nutridos
que el cordero dice: ¡meeeeé!
Pero  también, el hambre del niño mendigo
es un balido parecido al del cordero
y que se escucha tan sólo mirándolo a los ojos
o poniendo la oreja encima de su panza,
debajo de su siesta, silenciosa de porqués,
sin arrorró… sin sonajeros.
La” m” de mamá que equivale a comida,
debiera estar encima
de mi ombligo, de tu ombligo y compartir
pan y trabajo, gritando al unísono:
¡Ya basta de hambre, ya basta de balidos!
¡Ya basta de cosquillas sin risa!
¡Ya basta… de corderos niños!

M.P.M.R.
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