Autora: María Paula Mones Ruiz
Editorial: Vinciguerra
68 páginas
ISBN 978-950-843-717-4
2008
Se refirieron a la obra la Dra. Gloria Olga Justa Martínez.
Acompañaron a la autora, María Chapp e Hilda Mans.
Coordinación musical: Gabriel María Trucco.
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“La clave” – María Paula Mones Ruiz
Este libro es una bella autobiografía.
Podría comparársela con “Shunko” de Jorge Ábalos, o con“Luz de memorias” de María de Villarino, o con “Chico Carlo” de Juana de Ibarbourou.
También con Cuadernos de infancia” de Norah Lange
Y perdóneseme la inclusión de “La Estación” de quien dice estas palabras.
Desde sus quince años, Paula desarrolla con gran sencillez, los sucesos de su vida.
La amistosa relación con sus padres, su deseo de tener hijos, todo fluye con clara transparencia.
Los poemas dedicados a los hijos expresan calidez y colman de emoción a quien los lee.
HIJO
“Hace tanto tiempo que sueño con imaginarte…
Hijo, hijo que alguna vez
serás mi sangre.
Al calcular tu tamaño entre mis manos, sabes?
¡se ha entibiado el aire!”
y acercándote con ellas a mi pecho, mi corazón
palpitó como besándote”…
…………………………………………………………
IMPREGNASTE MI SER
“Impregnaste mi ser de olor a vida.
Olías a pan y vino. Te abracé,
nacías.
Tu piel bendijo mis manos
y un sello de tibieza eterna
se estrelló en mi boca, te besé
conmovida, despacio.
Olías a pan y vino,
a milagro…”
………………………………………………………………………………………………..
Paula tuvo tres hijos.
Ello hizo que el médico besara emocionado el poema que había escrito.
Se le había aconsejado que tuviera sólo uno.
Ella recordaba que su padre le regalaba flores a ella y a su madre.
Esto me conmueve mucho, pues la rosa es mi flor preferida.
Recuerda sus clases de danza a los cinco años y aún conserva la pequeñas zapatillas en su corazón.
Ella exclama jubilosa:
Sílabas sagradas
¡Si con tocar en mi vientre, el nudo de sus abrazos, el hueco de mi origen,
mágicamente yo lograra…retroactivamente y hasta el fin,
yo lograra…
multiplicar como los panes
los momentos felices…
…………………………………………………………………..
“Sílabas sagradas” es un poema altamente conmovedor.
En el mismo da gracias a Dios y a todos los que la quisieron y aún la quieren.
Paula tiene diálogos adolescentes entre amigos e imagina también los diálogos de sus hijos, cuando dicen que fumando se sienten más grandes.
Recuerda aquella infancia con inmensa ternura:
“Aún me parece ver aquella mesa con galletitas, álbumes de figuritas y leche, leche entibiada por sus tiernas ocurrencias que, a partir de entonces comencé a transcribir tal cual salían, como panecillos tiernos para el alma.”
Paula es soñadora e imaginativa.
¿No pueden compararse, acaso, estas tiernas evocaciones con algunos capítulos de Juan Ramón Jiménez, el inefable escritor español?
Con él me inicié en el conocimiento de la literatura española que me fascina y me fascinará siempre.
La autora dialoga también con la muerte. Lo hace casi con gracia y picardía, en las voces de esos niños que le preguntan acerca de ella.
Con sentido cristiano de la vida, como sus padres, piensa que no sólo los hombres, sino también los animalitos, se van al cielo.
La vida va y viene.
Es cierto.
La vida viene y va.
Cuando sufrimos grandes penas, creemos que todo se termina.
Pero, lo sé bien, es posible recuperar, en parte, el gozo de escribir, si tenemos fe en Dios, si amamos la escritura
de verdad, y, lo sabemos bien, si gozamos del cariño y de la paz de quienes nos quedan.
Su vocación por la poesía, se manifiesta en una notable relación dialógica.
Esta relación es, por cierto metafórica.
Paula madre anotaba las ocurrencias de sus hijos…
Poesía y humo se mezclan en una verdadera eclosión de amores.
Evoca, sueña con gran emoción la presentación del libro dedicado a su nieto Juan Ignacio.
Así dice:
“Imagino…
Baberos amarillos y tibios de puré.
Imagino…
sonajeros con cascabeles de besos
Imagino..
Sonrisas, pucheros y bostezos
de miel, en tu piel”
……………………………………………………………………
En fin, este libro es una ferviente manifestación de amor.
La torta de vainilla me recuerda a las tan queridas natillas de Juana de Ibarbourou.
Y, porqué no decirlo, al delicioso dulce de leche que mi madre hacía. Su gigantesca olla, posada sobre el aljibe de mi casa paterna en Nogoyá (Entre Ríos), era causa de gran alegría para mí.
Indudablemente, golosa, yo enfriaba con paciencia el dulce, para derramarlo en grandes frascos que mi madre guardaba con afán.
Yo era feliz, comiendo la raspita del fondo de la olla
Entonces, ah, yo era feliz, muy feliz.
Qué más puedo decir: Juana de Ibarbourou, María de Villarino, Norah Lange , Paula y yo sabemos que”en la infancia el alma está más a gusto en el silencio donde, a solas, se contempla a Dios”×
Rosa María Sobrón
Verano de 2008
“…porque la poesía y vos son una misma y única persona, el escribano azul puede dar fe ahora mismo, de la escritura de esta declaración… Yo firmo”
María Paula Mones Ruiz
Otoño de 2008
Acompaño a Paula en esta tarde de celebración, en esta estación de su viaje, complacida de ser una rama del árbol de su vida y de construir con ella esta hermandad delicada y agregaría, deliciosa si me permiten adosar algo a la bella expresión de Juanele.
De los textos anteriores de Paula “¡Piedra, papel o poema!” y “Calle blanca”, recogí algunos hitos, versos, significativas referencias que preceden a la entrega de hoy.
También tome de la Psicología Analítica y Existencial, algunos conceptos que me permitieron profundizar esa relación entre literatura -o cualquier otra expresión artística- y vida.
En ese marco, el concepto de individuación remite a un esfuerzo por hacer de lo que el destino pretende de nosotros, algo completamente nuestro; cuando el sí mismo se realiza, cuando el ser profundo se expresa, entonces, el ser humano puede reposar en paz , está satisfecho de sí, con una satisfacción verdadera, auténtica.
Independientemente de los roles que podemos desempeñas, el sentido de la vida se encuentra en la autorrealización, ligada a la expresión creadora que nos lleva más allá de nosotros mismos y permite rozar la experiencia de unidad de todo lo que existe.
Recorrí los poemas de Paula sabiéndolos preludio, promesa de lo que vendría y los encontré inscriptos en la búsqueda de su ser esencial donde el poetizar es una vía de transmutación, de elaboración y reelaboración de su memoria, sus heridas, alegrías y sombras.
Paula dice “escribo y nazco”, “remo y me siembro y te devuelvo y me devuelvo”.
Ella se llama a sí misma Odisea, Odisea de Paula, en su viaje vital está dispuesta a todo, jugar, danzar por la calle blanca, andar a ciegas, aprender a renunciar a lo que no para afirmar lo que sí, tomar el destino entre sus bellas manos y sembrar una nueva semilla.
Escribe Paula “he partido para volver desde todos mis tiempos, he vuelto con mi ropa mojada y con mi vida puesta, pero nueva”. Esto equivale a habitar la profundidad de su ser, a la vez con y más allá de las vicisitudes de la vida. Se abraza a sí misma, percibe su eternidad. Momento de descanso de un viaje que nunca termina para los que anhelan conocerse.
Dice Paula: “Puja, puja el neopoema, pronto nacerá”.
Digo: Puja… puja la nueva Paula, Señora de la Palabra, de los Colores, de las Alas con que danza. Paula Odisea reinventa su luz y dice “a pesar de tantas guerras, sangro lunas de felicidad”
El lenguaje es eminentemente sensorial, latido, alimento, danza; a través de la intuición y el sentir, la autora percibe el rumbo de su vida. Poemamúsica, poemamadre, poemaamor, en el despliegue de su misterio.
Paula nos entregó con estos poemarios, silencio y partitura, su “sinfonía extraña con un arpa en la garganta”, valses colmados de deseos, su pentagrama.
También posee los colores básicos a mano. Con ellos buscó cincelarse, vestirse con los colores de la luna, ella riega su tiempo y cicatriza.. Paula juega y juega, divierte en el sentido etimológico de la palabra. Paula fluye, vierte su ser en el poema, no busca retener, cada cántaro, entrega su agua en otro, y este otro en el arroyo de la vida. Dice “amo volverme tan pequeña como el núcleo del milagro” y en este proceso de literatura y vida, sabe que el trabajo más grande debe de ser hecho: entregar la propia luz en estos tiempos de oscuridad. Cuenta con recursos para ello: sabe del dolor pero no se identifica con él, conoce el trabajo arduo, la paciencia, disfruta del amor y la amistad.
Hasta aquí, el preludio, lo que fue promesa. Hoy Paula nos entrega La clave.
Con un lenguaje intimista y lleno de frescura, entre prosa y poesía, nos ofrece pinceladas de su biografía, recuerdos y sueños que le dieron sentido.
Seguramente cada lector descifrará claves propias en este relato, cada uno resonará desde su propia experiencia vital. Por mi parte encuentro tres ejes básicos, (tres claves) en esta obra:
-La conciencia de pertenecer a una cadena intergeneracional, la gratitud por lo recibido y la necesidad de sintetizarlo para entregarlo a sus hijos, nietos, a las generaciones venideras.
-El valor de la cotidianeidad como espacio-tiempo donde transcurre la vida, sus vicisitudes y palabras impregnan la escritura: ”sopa”, “bostezo”, ”licuado”, ”piel”, “papá”, “hijo”, “ruiditos”, “dibujitos” y… el amigo infaltable: el cigarrillo.
-La capacidad de soñar e imaginar que en Paula es infinita, tan infinita que se pregunta: “¿qué sueño es capaz de seguir vivo, defendiendo la vida fuera de tu cuerpo?” y nos anuncia:
“viviré y vivirá mi sueño”
¡Brindo por Paula, por sus sueños y sus palabras!
María Ester Chapp
Se propone un viaje, un itinerario que comienza a través de la complicidad de los recuerdos sostenidos por singulares anotaciones y luego reflexiones, que son el núcleo o la idea fuerza de “La clave”.
María Paula Mones Ruiz nos hace partícipes de su pertenencia vivencial y familiar, aunque sabemos que el lenguaje crea otro texto.
“La clave” tal vez sea la llave de entrada a este libro, testimonio íntimo, poblado de voces, precipitado en lo real y palpable como los padres, los hijos…
Los contenidos de la memoria interactúan entre sí, de atrás hacia adelante y viceversa, se proyectan, vinculándose de un modo atemporal.
La unificación de lo múltiple, se integra con el origen, gestación, creación de vida, que se traduce en signos lúdicos, constituyendo un texto esperanzado y conmovedor.
Creo sin temor a equivocarme que, “La clave” es la representación material y espiritual de los sueños o de aquella proyección mental que María Paula imaginó en sus más tiernos años, con serena obstinación.
La danza va marcando el ritmo, el humo también lo marca y clasifica, (forma evanescente de la vida), un geniecillo aparece y todo se trasmuta en juegos y colores, en múltiples voces que resumen la única voz. ¿La única voz?
Rumor continuo, que como las olas que llegan a la playa, revelan el flujo y reflujo del mar, significando lo permanente y transitorio de la existencia.
¿El círculo está completo?-no lo creo-
La única batalla que se pierde es la que se abandona. ¡Albricias, esta historia no termina aquí ciertamente!
Hilda Mans
Queridos amigos: Ante todo, muchas gracias por estar aquí, compartiendo nuestra emoción, porque habitantes como somos de la realidad cotidiana, acuciada por angustias sociales, políticas morales y económicas, hayais querido emigrar por una hora, a este país del arte de las letras, y hayais usado como pasaporte, esta elegante tarjeta de invitación de la editorial Vinciguerra que acaba de editar y hoy presenta La clave , de la escritora María Paula Mones Ruiz. La autora cuya sensibilidad expresiva ha sido enriquecida en los ambientes académicos de la licenciatura en letras de la Universidad del Salvador, es, fundamentalmente una poeta cuya poesía puede transfigurarse en páginas de prosa, naturalmente poética, que nos transporta hacia su adolescencia, su juventud y madurez, con una ductilidad armoniosa, profunda. Sus anteriores obras son de poesía; no puedo dejar de citar la obra “Calle blanca”cuyos poemas flotan en un ámbito realmente blanco y que nos hacen transitar por una calle que conduce a la albura del devenir poético.
Esta nueva obra “La clave”, como toda obra de arte, es verdaderamente difícil de definir. La misma autora se pregunta si es novela autobiográfica o quizás “nivola” al decir de Miguel de Unamuno. No repetiré las certeras y agudas interpretaciones de la prologuista de la obra, la gran escritora entrerriana, Rosa María Sobrón. Permítaseme este recuerdo a su querida memoria, porque ella debería estar aquí en mi lugar, si Dios no hubiera querido llamarla junto a sí. Pero seguro presente en la persona de su hijo cuyo piano llenará de armonías nuestro encuentro. Rosa María Sobrón analizó el libro La clave y lo consideró autobiografía, acercándolo a los recuerdos de su propia infancia en Entre Ríos y lo asoció a las más selectas autobiografías que existen en lengua española, por citar algunas, a las de Juan Ramón Jimenez, Juana de Ibarbourú, Nora Lange y María de Villarinp y la suya propia con los recuerdos de su Entre Ríos natal.
¿Cómo definir La clave de María Paula Mones Ruiz? Digamos que es una novela en clave de poesía, absolutamente original, que puede virar de la poesía a la prosa, al diálogo teatral, a la prosa rimada, al poema estrictamente tal, todo impregnado de una emoción que no abandona desde la primera página hasta la última.
No intentemos, por lo tanto, definir esta obra, y prefiramos quizás, aquel esbozo de definición del poeta John Keats, cuando afirmó: “una obra bella es una alegría para siempre”. Y esta obra de María Paula Mones Ruiz, como es bella, en el sentido metafísico de la palabra belleza que es el reflejo de la belleza de Dios y por lo tanto nos acerca a Él, será para nosotros, una alegría para siempre.
Quizá podríamos aceptar la propis definición que dio la autora por boca de uno de sus hijos: “obrita de carne y sueños que moduló casi sin darse cuenta”. Es una “Obrita” con mayúscula. Es una obra que habla de la vida, que habla del amor, que resalta ese sentimiento sagrado como es el amor de madre, como es el amor filial, como es el sagrado vínculo de la familia; y es una oportuna casualidad, como una sonrisa del azar, que presentemos este libro cuando estamos tan próximos a la celebración del día de la madre; este libro en clave de amor de madre, de esta madre poeta y novelista que tiene entre sus brazos el hijo de papel, el sueño realizado.
Detengámonos en el título: “La clave”porque se trata de descifrar la vida de María Paula Mones ruiz: su íntimo deseo de ascensión, su “despegue”-para usar su expresión- hacia la altura, así como cuando una leve bailarina parece volarposando apenas la puntita del delicado calzado con sus zapatillas de raso, único punto que une a la tierra, simbólicamente representada por las zapatillas de danza que le regalara su madre, junto a las rosas que le dio su padre, cuando niña, simbolizan precisamente, a esta artista que, sin abandonar la tierra, realiza su esfuerzo de elevación, cuya clave de lectura es el arte de escribir.
La literatura, la poesía, en las que Paula Mones Ruiz encontró la realización de su vocación intelectual. También es la clave para descifrar el verdadero amor de hija, de esposa y sobre todo, de madre. Una madre capaz de soñar con sus hijos desde su misma adolescencia, cuando esos hijos eran apenas entes de razón en una adolescente, meros futuribles (que, como enseña la ontología, aún no son ni fueron, ni serán; sólo serían si una voluntad libre pusiera las condiciones para que llegaran a ser.
¡Cuánta ternura para los futuribles hijos de su amiguita que le dice “serás la madrina de todos mis hijos”!
En esta obra surgen constantemente dos símbolos, como un leit motiv de toda la obra:
-Uno de ellos es el humo del cigarrillo, no el cigarrillo en sí, sino el humo que asciende gris, azulado, en tenues ondas hacia el cielo y en cuyas ondas va escribiendo el recuerdo; horas pasadas pero siempre presentes. Y la poesía y la ternura de cada instante.
-El otro símbolo es la cigüeña, la antigua y benevolente cigüeña, la que trae en su pico, bien envueltos en pañales, los hijos tan deseados, aquellos futuribles que ahora tienen madre, porque la cigüeña deposita tres veces su preciosa carga de vida en el regazo de María Paula y Dios le da esos tres hijos que son como tres espejos en los que se retrata. Pero que cada uno le da una imagen diferente.
Y esta cigüeña simbólica trae un cuarto hijo envuelto en pañales de papel. Un cuarto hijo es este libro que en la ficción artística componen los propios hijos, haciéndolo surgir de aquel cuadernito sin rayas, un cuadernito, regalo del abuelo, donde la madre iba anotando ls frases que salían de la boca inocente de sus hijos, según sus propias palabras, “como panecillos tiernos para el alma” y que transcribe con una emoción y una alegría realmente contagiosas.
A los seis, a los cinco años, en torno de la mesa donde fraternizan las galletitas con los libros y cuadernos escolares, los tres precoces filósofos, hablan de la vida y de la muerte.
-¿Mamá, pero de eso no te vas a morir no?
-Mamá, yo creo que cuando uno se muere se va al cielo porque el otro día vi una paloma muerta en la calle y al día siguiente ya no estaba.
_Neneeee¿por qué no la terminás de hablar de la muerte!!
-¡Queeeeeé…vos no le tenés miedo porque pensás que hay algo peor! ¿no?
-Sí, el colegio es lago peor.
_No. Para mí una inyección es peor que el colegio!
_Mami…¿sabés que a veces me dan ganas de ser figurita y pegarme en este álbum para estar ceca de todos los superhéroes?
Y la madre anota y anota en su cuadernito esas ocurrencias, que no pueden repetirse tales como fueron: hay que leerlas para gustar en todo su sabor esos panecillos tiernos para el alma.Y esta madre poeta los acompaña a la librería para comprar sus primeros útiles escolares.
Todos sabemos lo que es el mundo de una gran librería en el comienzo de las clases. La madre entra con ellos en ese mundo encantado de cuadernos y pinturitas, tan entusiasmada y nerviosa como ellos:
_ Chicos, trajeron la lista?
Y el cuadernito nos muestra al hijo pequeño que ofendido por una reprensión, se planta ante ella con las manecitas ahuecadas entre los brazos extendidos:
_¡Ahora me vas a devolver todos los besos que te di!
Y el otro que le dice:
_Sabés mamá que cuando algo te duele a vos, algo me duele a mí?
No repito textuales los encantadores diálogos, que van cambiando de tono a medida que pasa el tiempo. De esta original manera, en un tono de diálogo teatral, María Paula Mones Ruiz, nos hace vivir el tiempo que pasa también para sus niños.
El humo del simbólico cigarrillo trae ahora en sus suaves ondas, diálogos de adolescentes. Por ejemplo cuando los dos mayores quieren lograr que el menor(aquel bebé que les parecía tan lindo como un sapito) pruebe a fumar el primer cigarrillo a escondidas. El cigarrillo que ellos ya habían probado y que luego abandonarán, poruqe su esencia está sólo en el humo que corporiza el ensueño y la nostalgia.
Son los hijos ya hombres, los que rescatan el cuadernito perdido donde la madre (que ya no es “mamá” ni “ma” sino “la vieji”) anotaba las infantiles ocurrencias. Los hijos que para evocar su infancia y sobre todo, para paladear la ternura de esta madre única, leen aquí y allá, un renglón, un diálogo, para reunir todo, porque se han complotado con el padre para ofrendárselo hecho libro, el cuarto hermano, el cuarto hijo.
Cuando los hermanos se han dado cita en ese lugar, como dice la autora “tan clásico y moderno”, aparece un tercer símbolo: lo que los jóvenes piden para beber, según las preferencias de su infancia: jugo de naranjas, leche chocolatada, jugo de melón o frutilla o licuado de bana… Cada uno se singulariza en uno de esos tres gustos que reencuentran gozosos en el festejo final que prepara la madre, junto a las golosinas del ayer: torta de vainillas y dulce de leche, alfajorcitos de maicena, torta de miel y chocolate.
El sueño se ha cumplido, y el padre entrega simbólicamente su novela, o su nivola publicada a María Paula Mones Ruiz, su libro, su hijo envuelto en pañales de papel, este libro: “La clave”, en un abrazo de todos que abarca el mundo.
Durante el transcurso de la obra, el lenguaje mantiene un nivel culto y elevado, aunque siempre accesible, coloquial cuando la circunstancia lo requiere; la adjetivación sobria ocupa su justo lugar para matizar la intelección del pensamiento; la frase es siempre sugerente, más bien breve, pero se concisa expresividad y se torna en diálogos de gran naturalidad.
Mención especial merecen los pocos poemas inciertos entre las páginas de la novela, singularmente dirigido al hijo con el que sueña, en el cual tiene expresiones de singular ternura y belleza:
“Hace tanto tiempo que sueño con imaginarte/hijo, hijo que alguna vez, serás mi sangre/Al calcular tu tamaño entre mis manos, sabes, se ha entibiado el aire/ y acercándote con ellas a mi pecho, mi corazón palpitó, como besándote/[…]
“Impregnaste mi ser de olor a vida/ olías a pan y vino/ a milagro”.
El pan y el vino, los símbolos de la Eucaristía, de Dios hecho hombre, del hijo hecho Eucaristía en el corazón de la madre, del milagro de la vida que surge única, irrepetible, personal…
La vida que, como dice la autora, viene y va, camina y no se detiene, pero en ocasiones vuelve atrás y rescata el pasado para el presente, el milagro de la vida. Como dijera Amado Nervo, ”Deja mi alma en éxtasis sumida/nunca se cansan mis ojos/de mirar el perpetuo milagro de la vida”.
Nunca se cansan de mirar los ojos de la escritora María Paula Mones Ruiz, el milagro de la vida, de su vida que va en tres veleros por el mar, impulsados por un viento de amor.
Y ahora que hemos descifrado esta clave, digamos finalmente que ante este mundo en el que nos horrorizan los crímenes cometidos contra los niños indefensos, nos plantamos con La clave de María Paula Mones Ruiz, como se plantó uno de sus hijos ante sus padres, la noche víspera de Reyes, junto al pesebre donde estaban sus zapatitos, y exclamó:
_Ya sé que Los Reyes son los padres. Pero el agua y el pasto yo los voy a poner lo mismo…
Esta noche nosotros también decimos: “Ya sabemos las cosas que pasan en este mundo cruel. Pero el libro de María Paula Mones Ruiz, prueba que el Amor sigue reinando.
Dra Gloria O. J. Martinez
Inevitable y natural, el curso de la vida sellado de padres a hijos y de hijos a padres. A veces en vida perdemos vida, vida que no vuelve. Y a veces en vida ganamos vida, vida que vuelve…
(Fragmento)
Tenía quince años cuando pasé por la experiencia de fumar. Por esa edad el humo del cigarrillo distraía mi mirada y con ella lo seguía. El humo y yo escribíamos poesías en el aire. Y el aire entraba poetizando el gris… gris poema, gris sueño, gris miedo.
Con el tiempo, el cigarrillo (para algunos, incluso para mí) era un reloj de humo para prolongar una presencia: “me fumo un cigarrillo y me voy” o “te vas”.
Ahora mismo estoy fumando y aún conservo aquella costumbre de seguir el humo con los ojos, como si viajaran ellos, en él y, él, en ellos. Sólo que hoy el genio gris no colorea con su tono mis sensaciones, ni acaricia mi poema ni se traga mis sueños y mis miedos. Hoy, es él quien desde mi mano, me conduce por sus huecos mágicos hacia un viaje agendado en la memoria del corazón… Viaje en el que es posible dialogar con las esencias y reconocer el hoy desde mi ayer, cuando decía:
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Quería contarles que, la primera sensación que tuve al concluir la génesis de este viaje autobiográfico fue la de respirar luz, de adentro hacia afuera, del ayer al hoy. El brillo lo percibía en la cara, en las manos, en el aire. Y la boca de mi sonrisa estaba en cualquiera de estas partes.
Luego, reflexionaba acerca del género del texto logrado. Y por lo que sé, esto le ha pasado a muchos escritores (sobre todo en tiempos en los que las reglas para la narrativa se ajustaban a leyes muy estrictas). Me preguntaba si eran cuentos que como tales podían leerse de un tirón. Fui consciente de haberme creado y recreado en un relato o una poesía, en la temporalidad y atemporalidad de un cigarrillo encendido, que fue el disparador de tantos recuerdos y anécdotas de vida. También pensaba que debido a la presencia de abundantes diálogos y monólogos, el texto tenía una gran tendencia a lo teatral o, que era una nouvelle o finalmente una “nivola”, término inventado por el Unamuno, quien sostenía que uno pude tener un plan de trabajo para su texto, pero qeu luego mandan en él los personajes, como le ocurrió en su ‘Niebla’ o a Cervantes en su ‘Quijote’. Y es real, como nos pasa en la vida, pues no podemos sino vivirla con los ritmos que nos oque danzar. Aquel término, nivola, decía don Miguel (para protegerse de las leyes rígidas de su tiempo), significa, cito, “un género que surge como es la vida misma: andando y a lo que salga”.
Con cada nueva suposición intenté varios cambios y algunas correcciones. Pedí opiniones a diferentes cómplices de vuelo… y no exclusivamente a la gente estudiosa de las letras, que por cierto fue numerosa. También me importó la sensación percibida desde la lectura ingenua con independencia de la preceptiva adquirida. Y, a partir de ello, asimilar y adherirme a tal o cual de las posturas críticas, hoy tan enfrentadas. Así fue que leí y repartí los borradores a mis amigos, a mi madre y familiares; hasta uno de mis hijos pasó por la experiencia de opinar. ¿Qué opinó? ¡¡¡shhhhhhhhhh!!!. Pero ninguno de los nombrados vínculos leyó, ni tiene aún el texto definitivo, tantas veces corregido y al fin, ¡terminado!.
Todo surgió de una sorpresiva y cálida invasión de recuerdos condicionados por el humo de un cigarrillo que acababa de encender. Pero luego esos recuerdos, como pájaros, lucharon por migrar y planear desde el ayer para anidar en el hoy. Cada vez más y más brillosos danzaban con el humo del cigarrillo con sus frases guardadas, y mi vida, venían, hacía tiempo, proponiéndome y proponiéndose este viaje en el vuelo directo hacia el pasado desde el presente. Acepté: nos escribimos…
Descubrí que, más allá de mi vida latiendo en un texto, otros padres, otros hijos, otros hermanos podrían también elevarse en el mensaje que la danza de mi vida me mostró como misión: Misión de capitalizar conciencia y amor, con temas como los padres, los hijos, la adolescencia, los sueños, la poesía, la inocencia, el miedo, la enfermedad, la muerte, el cigarillo, el divorcio, la realidad, la confianza, la verdad, los proyectos… En síntesis, misión de plasmar en la “vida que vuelve y no se pierde”, el valor, el tesoro y la enseñanza que guardamos dentro del “sello de padres a hijos y de hijos a padres”. Así que por más rodeos que intenté, leyendo una y otra vez, aquello del género dejó de preocuparme, porque decidí, que el tiempo de maceración de aquellos recuerdos y experiencias escritas, entre el ayer y el hoy, se encargara de darme una respuesta, mientras, o simultaneamente, mi vida seguía sus ritmos.
Un día como hoy me di cuenta de que la respuesta estaba dentro de mi, como nos pasa cuando, “afuera…” buscamos a Dios. Porque el género era y es, sencillamente, el Ser humano, la vida en curso, “andando y a lo que salga”, la voz de nuestras huellas.
Entonces… ¡seguro que Unamuno está guiñándome el ojo izquierdo!
María Paula Mones Ruiz
[…]
Aquellos silencios sembraron los primeros códigos de amistad e inmediatamente los diálogos fueron sumergidos en la magia de los sueños.
HIJO
(17 años, 1972)Hace tanto tiempo que sueño con imaginarte,
Hijo… hijo que alguna vez, serás mi sangra.
Al calcular tu tamaño entre mis manos, sabes…
¡se ha entibiado el aire y acercándote
con ellas a mi pecho, mi corazón palpitó,
como besándote. He soñado con tus ojos
que ya me miran desde lo infinito de tu alma
y aunque no sé el color, cuando me miran,
los míos ven todo con aureola blanca.
He soñado con tu pelo
que peinaré con peine de mi aliento.
Si eres niña, te pondré un moño hecho de besos
Y si niño, un rizo con forma de velero.
Niño mío, he soñado con tus pasos, hasta mis brazos
se extendieron, dije: ¡vamos!
Y cuando te aproximaste a mí, yo vi la vida,
¡mi vida caminando!
He compuesto para cuando vengas un arrullo
que tendrá la melodía de mi sangre, porque te cantaré
diciendo solamente, descansa amor, descansa…
¡soy tu madre! ¡El sólo pensar que alguna vez
mi carne podré tocar y ver, cómo,
una ronda de niños me toca sin tocarme!
¡El sólo llamarte, hijo …tan amado, Dios mío,
sin serlo, ¡ya soy madre!
Y sin permiso y sin que yo se lo pida, el genio gris me traslada, me filtra por otra escena y en otro tiempo, no muy lejano a aquel poema en el que, se descubre y se confirma, que algunos sueños se cumplen y a veces nosotros, cumplimos con nuestros sueños.
[….]
IMPREGNASTE MI SER
Impregnaste mi ser de olor a vida,
olías a pan y vino,
te abracé, nacías. Tu piel bendijo mis manos
Y un sello de tibieza eterna se estrelló en mi boca.
Te besé… conmovida, despacio.
Olías a pan y vino, a milagro.
La clave: Clave de amor, única que puede descifrar el ascenso espiritual de un corazón esencialmente lírico, que apenas toca la tierra como punto de apoyo para su elevación; tal como la bailarina, en puntas de sus leves pies, casi no roza el suelo con los graciosos vaivenes de sus zapatillas de seda.
La clave. ¿Autobiografía? ¿Novela? ¿Poesía? ¿Prosa poética? ¿”Nivola” unamunesca? María Paula Mones Ruiz se lo pregunta y nos lo pregunta, mientras devana la madeja de los recuerdos, en pinceladas de la vida verdaderamente vivida en plenitud. Hija, esposa, ante todo, madre. Capaz de soñar sus hijos desde la adolescencia. Tres hijos, tres ríos de caudaloso torrente de amor. Y escritora, poeta que logra este cuarto hijo, envuelto en “pañales de papel”. La clave de su ascensión hacia el ballet de la belleza del arte literario, desde aquella hojita escrita con lápiz en papel cuadriculado.
Leer estas páginas es participar en la originalidad de un estilo que sorprende por la naturalidad con que hermana, la espontaneidad infantil con la corrección académica; es poseer la clave del amor con el que Dios ilumina nuestra vida.
Dra. Gloria O. Justa Martínez.
[…]
-Bueno, perdidos, qué más te dijo papá?
– Que lo llamaron de allá y que harán todo lo posible por acelerar las cosas
-¡Lo posible…!¡Pero si sabían lo difícil que es esto para todos!
-No te pongas nervioso porque también le dijeron, que tenemos que colaborar todos, para que todo salga bien… así que ¡fuerza y adelante!
Buenos, ¡empecemos de una vez!
-Por dónde?
-Estamos perdidos?
(No)
(Por aquí)
(Por aquí)Hoy no llevo en mi pico impregnado
el olor a milagro…
¡Hoy llevo un pañal de papel, versos por nacer,
alados, sin canto!
Hoy vuelo desde el ayer, hoy mi pico lleva años,
pañal de papel y versos
que lo vieron nacer, que volaron…
[…]
17 de Abril 2016
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La pintura “Una bailarina en la barra y violinista” de Edgar Degas, nos abre la puerta con la clave o llave que permite el acceso a la vida iniciática de la espiritualidad. Son las zapatillas, en primer plano, y el sostén de la barra, unidos a la música de los arrullos y voces, los que irán conformando este universo idílico de una narración que busca la identidad.
Escribir una autobiografía implica actualizar los recuerdos, conjurar la memoria, recuperar los instantes de la infancia, volver a sentir los aromas junto a quienes amamos y también, exorcizar el dolor.
En La clave de María Paula Mones Ruiz, hay un lenguaje heterogéneo y multiforme constituido por el verso y la prosa. También se inscribe lo dramático a través de los diálogos y las escenas que fueron diseñadas desde la más recóndita interioridad.
Las dedicatorias y un preludio de vida y amor constante, nos anuncian la estructura bipartita y un epílogo,de esta nouvelle o nivola, según el término elegido por la autora y que ha tomado de Miguel de Unamuno para destacar el ‘Ser humano’,’ la vida en curso’.
La adolescencia es una etapa de sueños renovados donde se desea proyectar un futuro y es desde allí donde asistimos al punto de partida, que se convertirá en la escritura de hoy.
El humo, como elemento ascensional que une el cielo y la tierra, y el aire como elemento asociado al viento y al aliento y hálito de vida, son los impulsores de esta evasión, en un entorno de magia y ensoñación.
Hay un viaje iniciático que supone la necesidad de un recorrido por distintos territorios para descubrirnos y estar en contacto con los otros a quienes amamos.
Se intuye la maternidad como un presagio augural de la importancia del vínculo amoroso. El hijo es la sangre que irrumpe en el movimiento y devenir de la vida.
Entre la prosa y el verso surge el arrullo y la promesa con la vida.
El ritual del cigarrillo como un ritual de iniciación al mundo adulto que nos hace titubear y nos provoca mareos. Se enciende y se incendia la vida en un sinfín que retorna a su origen.
Las escenas con los niños representan los aspectos lúdicos inherentes al mundo infantil por su espontaneidad. Se aluden a la princesa, al gigante, a la escalera de besitos, a los superhéroes de los dibujos animados.
“Lluvia cálida e ininterrumpida, de frases anotadas en las páginas del tiempo, en la memoria del corazón. Frases crocantes y bajitas…bajando el ayer, elevando el hoy, ¡regando la vida!” (34)
A través de los diálogos se va construyendo el criterio de realidad, ante los temas existenciales y las situaciones límites, que sobrellevamos en nuestra condición humana.
Hay una vida que vuelve en las voces de los hijos que trasuntan otra óptica, por medio de un lenguaje coloquial adolescente, que devuelve la cara oculta, descubierta en lo dialógico.
Para la autora, como para Jorge Luis Borges “la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido.”(60)
Cristina Pizarro
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La vida, nuestra vida, siempre tiene una clave: la clave que nos dirige, que marca nuestra propia melodía y nuestro propio ritmo.
Este libro que estamos presentando, ¿es novela, nouvelle, nivola, poevela? Sí, yo digo “poevela”. No lo ha dicho Unamuno, pero lo acuño ahora con total desparpajo, para situar a esta creación de María Paula Mones Ruiz, dentro de alguna categoría literaria, puesto que ninguna de las dos ya definidas me conforma para determinar el caso.
¿Y por qué digo “poevela”? Porque hauy en estas páginas un registro narradode la propia vida de la autora, registro que no se ciñe a ningún tipo de línea crolnológica que atienda a rigurosos calendarios sino, más bien, estampas, pantallazos iluminadores, pequeños hitos que, como anillos de humo, resultan únicos y autónomos. Sin embargo, ellos mismos obran como una especie de atmósfera que envuelve esa vida, la que no vuelve y también a esa otras que ganamos, la que vuelve, según la misma autora nos advierte. Pero además “poevela” porque se entrampan en el texto, de manera fluida, diálogos, poemas y tramos narrativos, ellos mismos cargados de poesía.
Sí, la vida se nos presenta aquí como un cigarrillo que se consume, como mil cigarrillos consumidos y el humo que sobrevuela y se desvanece pero que a veces, ¡oh fortuna!, nos incita a bailar en las puntas de los pies o en las puntas de una pluma sobre un papel cuadriculado o cuadernillos. Entonces esos anillos destinados a perderse, se vuelven perlas de ese collar que representa nuestra vida.
“El tiempo era un reloj de humo”, nos dice María Paula en el comienzo, un reloj que nos indica lo efímero, lo destinado a escaparse, A no ser que descubramos la clave, como lo ha hecho la autora, y tengamos la suficiente virtud y vocación como para atrapar el humo y transformarlo en esa otra materia, casi inasible, que es la literatura y la poesía.
Por la ruta del humo y la memoria, de lo perdido y encontrado, del deseo y la realización, viaja esta autora dejando señales precisas, necesarias, para que esta clave de amor se nos revele. Es un viaje “agendado en la memoria del corazón” como bien dice, un viaje en ascenso, un viaje en el que los miedos se presentan y se enfrentan, se superan, un viaje hacia la cumbre del deseo, un viaje que en este libro se nos presenta como un cuaderno de bitácora, cuaderno en el que las hojas no tienen numeración porque el ayer y el hoy, en el registro del amor, no pueden tener fechas.
Eslabonar la vida a través de la escritura como si fuera posible coser esos anillos de humo para que no se pierdan en un olvido imperdonable, porque sería imperdonable que una casa, construida durante varias generaciones, sumando uno por uno esos ladrillos fraguados con la llama del amor, quedara en abandono, deshabitada, muda.
Una madre que cuenta de sus niños, una hija que cuenta de sus padres, una niña que cuenta de su niña siendo madre, madre, hija y hermana, pero por sobre todas las cosas, un pájaro que atrapa con su pluma, aquello de la vida que nos vuelve y que nos da sentido, aunque el humo de cada cigarrillo se mude, indiferente, deshaciéndose en nada.
Y es claro: la muerte tiene que ser exorcizada, deliberadamente vencida con esa arma con la que cuentan algunos elegidos: la palabra. Y es que, sin duda, a ese mismo puerto habremos de llegar, los padres y los hijos, y las palomas y los perros, pero nunca es lo mismo cuando se surcan las aguas con una clave clara, gestadora de vida y de sentido; cuando el viaje se guía por una rosa de los vientos, y la otra rosa, la del padre, la que conlleva, como centro místico, el corazón, jardín de Eros, paraíso de Dante y emblema de Venus, en sus nupcias con la Luna y con Marte, el amor y la lucha.
Pues sí, no hay vida ni amor, ni deseo ni puerto con sentido, como no exista lucha, voluntad de la vida, voluntad de atrapar en las palabras esos signos sencillos, las fábulas pequeñas de los niños, los fantasmas que asustan, sin que importen edades, la mesa, los abrazos, las pérdidas de ruta, la necesaria angustia ante mapas borrosos, la lucha por salvar, de entre tantas volutas que juegan en el aire y que escapan, esa clave de vida. Esto es el libro
Silvia Lon-Oho-Ni
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Bertold Brescht insistía en que los nuevos tiempos exigirían nuevos modelos discursivos, marcados por la búsqueda de nuevas formas de expresión. En efecto, hacia fines del siglo XX se advierte una nueva forma de re- creación de la voz poética y narrativa, dándose muestras de capacidad de innovar, sin limitar la anécdota, el coloquialismo, la retórica, es decir la literatura formal temática y estilística.
Dentro de la corriente de lo que podría denominarse posmodernista, la escritura de María Paul Mones Ruiz emerge lúcida e intensa, logrando combinar una estética que profundiza la multiplicidad del ser humano en varios espacios temporales. Autora de los poemarios Piedra, papel o poema (2005) y Calle Blanca (2006) La clave es su primera nouvelle, comenzada “con lápiz en papel cuadriculado” elementos que tienen una significación simbólica. El lápiz le habría dado la fortaleza de la madera. El papel, la calidez de la comunicación verbal, comprometida con el arte y los valores éticos de la fina educación que recibiera en el hogar. “Papá nos regalaba rosas a las dos”. “Mamá me regaló unas inolvidables clases de danza con sus zapatillas incluidas, para que la música se parara de puntas ante mí”. Tal como la bailarina de la portada del libro, esa imagen tan real, y esa sensación de música en el cuerpo y en el alma sumergida en la magia de los sueños.
La profunda crisis global refleja la crisis posmoderna de las artes en general ante la masificación de la existencia humana. María Paula Mones Ruiz cree en la legitimidad de las emociones, las individualidades armónicas, y en el ramo de palabras para no morir. Bajo tales premisas, la autora nos ofrece claves de moldes vitales e innovadores en un espacio y tiempos interiores, de suma importancia para la interpretación de su devenir vivencial.
A partir de su conciencia de identidad, “escribir”– lo afirma ella en un párrafo- es la razón por la que su aparición “es un regalo que toma la forma de poema y desenvuelve el alma”.
La génesis y el contenido temático obedecen a la necesidad de re-elaborar sus experiencias vividas. Apoyada en los recuerdos, amalgama el pasado y el presente delineando su yo íntimo, su entorno privado, su compromiso sincero y solidario. En tono poético, la imaginación sugiere que La clave es una metáfora del amor, lo cual constituye el valor esencial que permite acercarnos a la obra.
¿Autobiografía, novela, poesía, prosa, “nivola”(calificativo acuñado por Unamuno)? Tal vez, nouvelle, al decir de la autora. Lo evidente es que esta simbiosis de géneros, aparentemente inconexos, ha engendrado un híbrido maravilloso, que a mi juicio podría encuadrarse en un testimonio de vida. El juego lingüístico y emotivo de La clave se construye, al igual que un caleidoscopio, mediante géneros combinados con técnicas y estilos propios del discurso posmoderno. Sin posibilidades de límites precisos ni de diferencias radicales, la escritora utiliza el relato autobiográfico en espacios discursivos donde se conectan hechos verídicos, plenamente vividos, en términos de historias familiares paralelas, en las que se conjugan el ayer y el hoy relacionados con la autora, quien desempeña un rol fundamental en el relato.
La carátula del libro ilustra como paratexto, pues proporciona un código pragmático de lectura para gozar la síntesis de la sensualidad y la pureza, lo objetivo y subjetivo, lo sombrío y luminoso. La voz tierna y dulce de María Paula, como la de la Cornelia de Shakespeare semantiza el valor de la vida, arteria vital que viene del pasado, nutre el presente y se proyecta al tiempo de conformar la personalidad de sus hijos merced a libertades, sueños, realidades, y manos sin límites para dar.
Desde la dedicatoria el testimonio exhibe una metáfora de los valores morales tradicionales que dan sentido a la existencia. Cuando se nos prive de esa clave edificada sobre el amor, también habrá caído la última lágrima del hombre.
La yuxtaposición de detalles nos hunde en la más pura concepción vallejiana, la cual incidirá en lo inútil que sería la vida si no existiera un amor compartido, donde los seres humanos pudieran vivir felices, dentro de un sistema de valores que tienen mucho que ver con los sueños. Al respecto, la autora medita: “Algunos sueños se cumplen y a veces nosotros cumplimos con nuestros sueños”.
La espontaneidad de la niña mimada, de la adolescente intuitiva, el rol de esposa y madre exigen una re-elaboración compleja y múltiple. La poeta-narradora describe los vínculos estrechos con sus padres, sumergidos en la magia de los recuerdos, lo cual intensifica la experiencia y el contacto entre generaciones. En un poema intenso, expresa “tomada de sus manos otoñales” celebrando la vida que le dieron, elevándolos al calor del “Verbo azul, Dios, Padre, Vida”. (Sílabas sagradas, 41).
En su peculiar discurso, combina las ocurrencias anotadas en su “cuaderno” con la inocencia de la infancia, al tiempo que advierte el mundo de los adultos, en pausa reflexiva y confesión sincera.
Desde la perspectiva que le tocó vivir, espiritualmente María Paula es una mujer emancipada y la poesía su “manera de vivir”. Su yo es poesía, lenguaje, papel, yo su cuerpo, el otro. Transmisión, re-creación, –dos puntos vértices en la progresión de la intensidad narrativa. Primeramente libró batallas en un sinuoso camino de exploración interior y búsqueda de identidad. Cuando tuvo sus hijos supo que no podía confinarse dentro de sí misma. Sale de su interioridad y se comunica con los otros. Dejó de ser hija cuando la maternidad la convirtió en otro ser que ama la vida como al bebé que late en su vientre. En ritmo dinámico y vital de cuerpo aparece en ella un feminismo angélico. El universo poético de María Paula recupera la pureza en su original sentido, como quería Octavio Paz. El lenguaje se impregna de ritmo e imágenes capaces de expresar, con incomparable pudor, los sentimientos más íntimos desde el hueso del alma. En el conmovedor poema titulado “Hijo”, dice:”Y cuando te aproximaste a mí, yo vi la vida ¡mi vida caminando!/ He compuesto para cuando vengas un arrullo / que tendrá la melodía de mi sangre / porque te cantaré diciendo solamente” descansa, amor, descansa:…… soy tu madre”. (“Hijo”, 23)
Con el descubrimiento del dolor plasma la ruta que ha tenido que soportar, y es increíble el tesón con que logró sobreponerse a las adversidades. En perspectiva dual y en visión analítica revela su pensamiento crítico proclamando su verdad: “A veces en vida perdemos vida que no vuelve, y a veces ganamos vida que vuelve”.
La percepción ecológica parte de un cosmos estético de transparente reflexión filosófica. Mediante el uso de los verbos “perder” y “volver” la hablante nos entrega un sobrio mensaje sobre que esa movilidad que se expande con ecos de natural sabiduría. El texto mismo de La clave exhibe una notable pulsión meditativa. Cobra vida, también en el encuentro que mantiene con el obstetra cuando éste le advierte: “Sabe, señora, usted no tiene un útero. tiene una cigüeña así de grande”. Ella, como si se reconciliara con la palabra, en un acto de comunicación ideal y poético le responde regalándole un poema dedicado a esa ave simbólica “de incansable vuelo” a la cual le ofrece: “El nido está preparado, el nido siempre está cálido / porque tal vez en tu pico / atadito esté mi canto./ Tú me miras desde el cielo, yo te digo adiós y canto: !Cigüeña y canto, arrorró, arrorró niño tan alto! (27).
Este conmovedor canto lírico selló el compromiso con la “vida que vuelve” a través de tres vástagos” “que olían a pan y vino, a milagro”. La idea de armonía cristaliza en una imagen de plenitud que fusiona espíritu y materia.
Las dotes creadoras de la testimoniante aparece entre dulces luciérnagas y duendes de la noche. La adecuación de la voz narrativa fluye al ritmo de los latidos de su corazón, en un solo movimiento de ternuras. Juega con sus hijos pequeños, entre crujidos de galletitas, leche “Cindor”, chocolates, figuritas. El diálogo se provee de coloridades emotivas, de frescura, de espontaneidad, como ocurre cuando las preguntas blancas estallan de la burbuja inocente: -“Ma… ¿por qué caminas así, así, como las abuelitas?”. A esta sorpresa la poeta madre responde: “Porque no tomé mucha sopa.” (35)
Ella necesitó inventar una estrategia lúdica a partir de una mentira hermosa, y oportuna para seguir caminando la vida con ellos.
A la luz de las ideas expuestas, las claves que encontramos en la composición novelística, la confesión autobiográfica en primera persona, la textura del lenguaje lírico, determinan la autoexpresión de una mujer sensible, llena de imaginación, en control de su voz trasmutada y convertida en poemas.
Sintetizando, podría decirse que La clave implica la poetización equilibrada y pura de verdades esenciales. En su búsqueda constante, la autora inventó sus propios reinos interiores, única y segura Patria de la libertad creadora. De este modo nos ha legado sus claves humanas para descubrir gradualmente las dicotomías del mundo, donde la fealdad y la belleza coexisten, y nosotros con ellas.
Para completar este espacio reflexivo, será necesario agregar que la prosa poemática de María Paula Mones Ruiz, obra a la que calificamos como testimonio, deja huellas profundas en la conciencia de los lectores, por las meditaciones estéticas, la prevalencia de los valores morales, la sucesión de diálogos y poemas, elementos vitales que codifican Las claves. No se trata sólo de un relato confidencial o de experiencias re-vividas y trasladadas al papel sino de algo más, en la medida que interesa al ser humano por su universalidad. La poeta maneja estos conceptos en apretada unidad ideológica que le dan a su obra densidad metafísica al modo de Antonio Machado, César Vallejos, Miguel de Unamuno, entre otros grandes creadores de nuestro tiempo.
Esperamos que La clave y las subsiguientes obras de María Paula Mones Ruiz adquirirán la resonancia que merecen, por aportar una valiosa contribución a la literatura argentina e hispanoamericana.
Marta de Paris
Diana Poblet
Paula llega con esa caricia oculta, con esos dolores mínimos, llega.
Paula transita en la hojas escritas por ella misma y se desviste y vuelve a vestirse, grandiosa su palabra y su valoración sobre lo que realmente importa. Sobre lo que hay que dejar de lado y seguir con lo obtenido. Paula lo ha dicho como ella sabe o intenta, porque ocurre que la vida siempre nos lleva delantera y sólo queda el beneficio de verla a la distancia.
Es un bello libro Paula, está contenido en vos misma, en lo aquilatado y a la luz que se enciende cuando otra se apaga.
Usted, ilumine nomás, mija.
te quiere,
d.
-.-.-.-.-.-
Ana de Benedectis
Cuánta Dulzura y qué amor a la vida! Me encantó. Besos, Ana
Enrique Bossero
Hola Paula, somos nosotros, los que estuvimos en el Tortoni y los que no estando han tenido la oportunidad de leer tu libro, quienes agradecemos este regalo para el espíritu y los sentidos que es “La Clave”.
Un libro escrito en estado de gracia, con poemas entrañables como “El Hijo”. Con diálogos emotivos donde se aúna lo trascendente con lo cotidiano, los recuerdos, la noche, y la permanente aparición de una extraña, o no tan extraña compañía: el cigarrillo.
Yo también, cuando mis hijas cumplían años, junto con el regalito consabido estaba presente algún ramito de flores, así que no sabes cómo comprendo te referencia a ese hecho.
Un libro, el tuyo, para leer y releer en cualquier momento, pero especialmente en esos de crisis o de agobio, para limpiar el alma de impurezas.
Gracias, un cariño, Enrique.
Laura Beatriz Chieza
Mi querida Ma.Paula: hoy, mientras no debía estar en la computadora ni mirando televisión por la tormenta eléctrica, te tuve en mis manos, en mis ojos, en mi mente y recorrí, junto a vos, ese cuadernito de anotaciones con anécdotas. Recorrí esos relatos de vida que conforman LA CLAVE, una clave de sol con sostenidos y bemoles. Un libro que tiene, en su pentagrama, los apuros de las corcheas y semicorcheas, los alargados momentos de una redonda y las interrupciones de los silencios . Es LA CLAVE de tu propia vida, de tus momentos de alegría, angustias, sueños y de muchos, muchos besos y abrazos mezclados con galletitas y jugos.
Me transportaste, me hiciste una hoja más de ese libro pequeño como tú, grande como tú en su contenido. Sabés que te quiero mucho y, ahora que me permitiste entrar un poquito en tu” cuadernito”, MUCHO MÁS
Te abraza con emoción , Laura
Albino Gómez
ESTIMADA MARÍA PAULA: Soy un embajador de carrera retirado y todavía un escritor y periodista activo. Entre mis actividades hago un programa radial desde hace cuatro años: El taller de las palabras por Radio Nacional AM 870, los domingos de 12.05 a 13.00. Las editoriales me envían entre quince y veinte libros por mes, de los cuales comento algunos, no todos claro está, porque no tengo tiempo para leerlos todos o porque no me interesan. Además compro por mi cuenta lo que realmente me interesan Vinciguerra me envía muchos libros y esta mañana, recibí LA CLAVE, una experiencia narrativa realmente interesante, indiscutiblemente interesante por su demostración de libertad. La cita de don Miguel, bien elegida, muy válida. Lo leí a los 18 años y me dio vuelta la vida. He publicado sólo dos libros de poemas y tengo preparado un tercero que no puedo dejar de corregir. No hay género (si los hay) más maravilloso y respetable que la poesía. Me produce timidez cuando no temor. Este año publiqué una novela (la quinta) y ahora saldrá una colección de ensayos. Ya pasé la veintena y no creo que después de unos dos o tres más que tengo dentro de mí, siga con los libros. Son muy trabajosos y excluyentes. Seguiré haciendo mis notas para diarios y revistas y tal vez algunos poemas, si se me escapan del alma. Le deseo todo lo mejor y que La Clave circule profusamente. AG
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Maria Juidth Molinari
De nuevo cada página combina tus exquisitos sentimientos ;especialmente la ternura. De nuevo, gira en el tiempo, el nombre sustantivo del hijo:” alguna vez serás en mi sangre”… “Dios mío, sin serlo .ya soy madre.- agregas- Con todas las permutaciones imaginables conversas poéticamente, proponiendo “un pañal de papel” para estos versos que “nacen alados” “con cascabeles de besos”…mientras “la luna prueba su camisón todas la noches”
Los temas van acompañando el círculo de tus sueños, mientras creces ,verde y lúcida, gobernada por tus ojos y tu alma. Felicitaciones por “La clave” que nos ayuda a ser feliz.
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Teresa Palazzo Conti
Hola amiga
QUIERO AGRADECERTE ESTE HERMOSO REGALO QUE ME HAS ENTREGADO; LO HE LEÍDO CON DELEITE Y ME HA TRASPORTADO TAMBIÉN A MIS LUGARES Y A MIS AFECTOS.
TE MANDO UN BESO Y MIS MEJORES DESEOS PARA ESTE AÑO NUEVO.
Roberto Glorioso
QUERIDÌSIMA PAULA:AYER LLEGARON A MIS MANOS ESTAS CLAVES QUE DESDE EL PRIMER MOMENTO ME SEDUJERON POR SU TRANSPARENCIA TESTIMONIAL.NO PUDE ABANDONAR LA LECTURA HASTA EL FINAL Y ALLÌ CELEBRÈ CON TU LUMINOSO EQUIPAJE LA VIDA Y SU COSTUMBRE .MUCHAS GRACIAS POR ESTE LIBRO QUE ME DEPARÒ JIRONES DE NOSTALGIA PERO TAMBIÈN LA TABLA DE SALVACIÒN PARA ROZAR LA SAGRADA COMARCA DE LA CREACIÒN.TE ABRAZO Y TE FELICITO.MUY BUENA NAVIDAD MUY LUMINOSO 2009
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Emil García Cabot
¡Hola Paula! Acabo de leer La clave y me ha gustado. Cómo puede no gustar un libro tan lleno de ternura y en el que, como decís vos misma en el Epílogo, el género es el Ser humano.
En efecto, he hallado que la ternura lleva la voz cantante a lo largo de todo el relato. Ternura de mujer y ternura de madre expresada con frescura y espontaneidad que surgen como una melodía en las cuerdas de un arpa o de un violín y se hace agua discurrente con frecuentes chispazos de gotas saltarinas.
Por otra parte, la forma adoptada para plasmar tus ideas resulta asimismo acertada: hay soltura y sencillez y el lenguaje coloquial aflora también en las partes narradas, contribuyendo a la armonía del conjunto.
Seguramente este nuevo libro tuyo va a hacer un buen camino.
Te deseo lo mejor para 2009, del que ya estamos a un paso, con salud y paz junto a los tuyos y para cada uno de ellos.
Un fuerte abrazo de este -como decís en tu dedicatoria- “amigo de tu vida” que acepta tamaño desafío con alegría y agradecimiento.
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CECILIA GLANSMANN
Querida María Paula: Tengo tu libro “La clave” que me obsequiaste en mi mesa de luz. Lo he leído y releído. Además de tu muy buena y alta poesía…, tu sensibilidad, tu riqueza interior, tu fortaleza frente a la vida con tanta luz y esperanza, tanto ejemplo… transitan por tus poemas… Me emocionaste mucho. No puedo separar aquí a la poeta de lo que escribe. ¿Me equivovo? Gracias por el mensaje maravilloso de “la clave” para caminar la vida, que nos das con tu obra poética, con tu modo de encarar todo, con tu dulzura y belleza interior y exterior. Te abrazo con todo mi corazón. Cecilia
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Marta Castagnino
Hoy tuve un día de fiesta, “la clave” me regaló un viaje inolvidable, desde la primera página hasta el fin…sin duda es un canto que no tiene fin, es la vida, la ternura, los sueños, el dolor, volar muy alto sin alas …con alas del alma, te quiero tanto Paula,
te admiro, te respeto y me siento cobijada por nuestro encuentro, gracias, tu mirada
que llega a lo profundo, tu caricia cuando lees algo que desee entregarte, es una caricia
de cachorra que sabe tanto, todo el día me acompañó “la clave” y fue un vuelo a un lugar
“que sólo yo conozco dónde habita la emoción constante”, este pequeño verso fue uno
de mis primeros poemas, de ayer a hoy de hoy hacia ese ayer cuando las raíces crecen
y son rebeldes y cantan como los pájaros o como el rumor de las hojas de árboles antiguos que resisten tormentas y aman el sol y la noche, gracias, mil veces gracias,
sos un Ser humano muy especial, muy bello, marta.
Virginia Segret Mouro
Querida María Paula:
Releí tu libro, esta vez con otra mirada ya que dispongo de tiempo para eso (entré en mis vacaciones, menos mal). Entonces, te escribo este pequeño comentario, muy gustosamente.
No quiero dejar pasar más tiempo para escribirte; por eso lo agrego aquí.
La clave
No creo que importe si es nivola u otra cosa, lo cierto es que es un libro preñado de ternura, una suerte de diario íntimo abierto a los lectores, fragmentario en su estructura, un anecdotario mínimo, explicado a veces, que construye el relato, conciso en la medida en que en cada anécdota, en cada episodio narrado “en clave” de poema subyace lo no dicho, es decir las otras muchas anécdotas no contadas. En mi modesto entender, esta característica hace que el libro sea más grande, más voluminoso de lo que aparentemente es.
Ambas compartimos entrañablemente este extraño asunto de la meternidad y sus misterios. Imaginate que, al leer tu libro, me vinieron a la mente escenas mínimas y no tanto vividas por mí. Esta posibilidad de expansión que tiene La clave lo hace, también más voluminoso: dispara hacia la vida y, como ésa fue tu intención, misión cumplida, Paula.
La vida y también la muerte están en estas páginas. La muerte apenas rozada, mentada, sin regodeos ni presunciones. Es que la muerte ciertamente está siempre y, por eso, la vida es la cosa maravillosa que nombran tus páginas. Todo es como esa “paloma”: todo está hasta que misteriosamente desparece. Las gracias de un chico suelen frecuentemente tener un profundidad metafísica que los adultos muchas veces no logramos expresar tan cabalmente.
La vida: En tu libro, la cotidianeidad poetizada, lo pequeño que, salvo en tu atenta mirada, no se ve, no se descubre. La vida como una sinestesia permanente: “El ruido me hace sentir como que canto una canción a mi familia”. “Frases crocantes y bajitas
” Los hechos cotidianos son una canción. Pero, en tu libro, más que eso.
Desde la tapa misma con su bailarina, las zapatillas de baile en tu infancia (tan pero tan simbólicas), la música de las galletitas en la boca de un niño, palabras convertidas en galletitas, la “clave”, es el baile, tu baile tan personal, el movimiento interior, la música de la voces amadas, la música del los sueños, en fin, lo que late en este libro. Una belleza.
El hilo conductor del cigarrillo me resulta un acierto. Para mí, el cigarrillo es la interioridad, lo que no se comparte porque es imposible hacerlo, la unidad, y también el rito de iniciación que claramente mostrás. En realidad, para mí, fumadora empedernida, el cigarrillo es mucho más que esto, pero ahora no viene al caso porque todas estas consideraciones no están en tu libro.
Me encantó el adjetivo “otoñadas”. Me encantó que el libro incluyera un pan-poema para los padres.
Las voces de los hijos pequeños son un trasvasamiento de la vida real; las de los hijos ya adultos, una recreación, un deseo. Hay una línea que separa ambos mundos de estos mismos personajes. La parte II del libro es un hito y un hiato. El estilo directo de la segunda parte del libro, lejos de ser una dramatización de hechos reales me llega más como una necesidad de la autora, un querer oír esas voces diciendo lo que dicen.
Gracias, María Paula, por el tan bello momento en soledad que me prodigaste con la lectura de este libro. Mi fuerte abrazo, Virgi
Calle Blanca y La Clave
Presentación de la nouvelle La clave.
Se refirió a la obra la escritora Marta de París | 15 de Mayo de 2010